jueves, 6 de octubre de 2011

La octava marcha en construcción de una casa nueva


La Octava Marcha Indígena llegó a la comunidad de Entre Ríos-Kilómetro 52 y espera estar en la ciudad de Caranavi dentro de dos días. Finalmente la movilización indígena vuelve a tomar consistencia, luego de que el Gobierno nacional la hubiera reprimido y desbaratado por varias poblaciones de Beni el 25 de septiembre pasado. Por ahora son mil las y los marchistas, que todavía se suman de todo el país para caminar los 213 kilómetros que restan hasta la ciudad de La Paz, donde creen que los recibirá el presidente Evo Morales para atender su pliego de demandas. “Él está arriba por nuestro voto. Nosotros hemos luchado, hemos marchado, así como ahora, hemos estado en la construcción de la nueva Constitución Política del Estado para que él esté arriba. Nosotros ahora estamos marchando contra un Presidente indígena que no está escuchando las demandas de los pueblos indígenas, siendo que nosotros lo hemos puesto a él”, dijo Isabel García Ipamo, del pueblo Chiquitano.

La Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), aliada al gobierno de Morales, anunció que iniciará una marcha desde Panduro, en Oruro, también hasta la sede del Órgano Ejecutivo. Calculan llegar el 12 de octubre, más o menos por la misma fecha en que la octava marcha alcanzaría ese destino. Los campesinos quieren empañar el arribo de los marchistas indígenas, quienes son esperados con mucha gratitud por el pueblo de La Paz, como ya lo han expresado varias instituciones y organizaciones sociales.
Algunos dirigentes de la CSUTCB han rechazado que la de ellos se trate de una “contramarcha”, aunque no pudieron negar que quieren la carretera a través del Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS) porque les “traerá desarrollo”. Además, afirmaron que la Octava Marcha Indígena está “politizada”, que “no tiene sentido”, porque ya el presidente ordenó la suspensión temporaria de la construcción del camino, entre otros argumentos, más la misma serie de especulaciones y falsedades que difunde el Gobierno nacional con el objetivo de desvirtuar la marcha indígena.

La tenacidad de las y los marchistas por llegar a La Paz pudo más que el vasto aparato represivo desplegado por el Estado Plurinacional para frenarlos. La renuencia de los indígenas a negociar sus derechos o a regalarlos ha hecho que desde el Gobierno nacional los bauticen como “radicales”. Aunque si se trata de dar muestras de radicalidad, ganan los ocupantes del Palacio Quemado, quienes ofrecieron ocho propuestas iguales de recorrido de la carretera Villa Tunari-San Ignacio de Moxos, porque todas pasan por dentro del TIPNIS.

“Las federaciones de campesinos y de colonizadores pueden marchar si quieren, eso no nos preocupa para nada, porque la marcha indígena tiene otra visión, otro objetivo. Tal vez ellos sienten que el Gobierno se está cayendo y por eso quieren marchar. Nosotros no podemos meternos en sus decisiones, tampoco nos asusta la marcha de ellos. Tienen toda la libertad para marchar en cualquier época del año”, dijo el tata Walberto Baraona, mallku de Medio Ambiente del Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyu (CONAMAQ). Esta organización originaria matriz de las tierras altas lidera la octava marcha junto a la Confederación de Pueblos Indígena de Bolivia (CIDOB). Entre las dos representan a los 36 pueblos indígenas del país.
“Estas organizaciones campesinas no tienen una posición política definida, por eso cambian de posición a cada rato. Pero si ellos sienten que el Gobierno se está cayendo, que lo sigan apoyando para que no se caiga entonces. Un gobierno es como una casa. Y cuando una casa está vieja se la apoya, porque las casas viejas siempre se caen, no son firmes. Una casa aguanta cuando la construyes de nuevo, desde los cimientos. Eso es lo que estamos haciendo nosotros”, dijo Baraona, del pueblo Quechua.

“Creíamos que ya no iban a existir más marchas”

La octava marcha pasa por un ambiente totalmente distinto al de días atrás, cuando se debatía entre los llanos del oriente y la Amazonía para sobrevivir a la omnipresente represión gubernamental. A los caminos de polvo y barro los siguieron caminos de piedras (y barro también), con piedras tan afiladas que pueden cortar las llantas de las movilidades. Así de maltratados van los pies de las y los marchistas, ahora en ascenso permanente. Marchan rodeados de paredes altas verdes de plantas y árboles, de cacao, copoazú, café y casi todo lo cultivable.

La banda de sonido es la de siempre, dos tambores y una flauta, para cuya ejecución rotan constantemente los hermanos del oriente, pero la música no se detiene. De tanto uso, uno de los tambores está emparchado con cinta de embalar, igual a la que usó la Policía para amarrar manos y tapar bocas de las y los marchistas en Yucumo, en ese inolvidable 25 de septiembre.
De la vegetación espesa al lado del camino sale el canto de multitud de insectos. La más sonora es la voz monótona y mecánica de las cigarras.

Dejaron Sapecho a las seis de la mañana. Recorrieron 17 kilómetros hasta Entre Ríos, donde los recibieron la población y los niños de la escuela con aplausos.

La chiquitana Isabel es estudiante de Derecho en Santa Cruz. Es de la comunidad Puquio, de Lomerío, un Territorio Comunitario de Origen (TCO). Para venir a la octava marcha renunció a su trabajo en un consorcio de abogados. Y es una de los 300 marchistas rescatados por el pueblo de Rurrenabaque, cuando la Policía se alistaba a meterlos en aviones.

“Nunca en la vida hemos visto que un Gobierno haga un bloqueo o mande a su Policía para reprimir una marcha pacífica. Cuando el Presidente era sindicalista, él marchaba y los gobiernos nunca le trancaban el camino; ahora que lo tenemos de Presidente indígena está trancando a la marcha de los pueblos indígenas”, dijo la estudiante.

“El Presidente es presidente de los cocaleros. No está representando a todo un país. Él siempre ha tenido resentimiento hacia los pueblos indígenas del oriente de Bolivia. Ahora se ha visto la discriminación que hace a todo este movimiento que estamos realizando, siendo que nosotros hemos tenido plena confianza hacia él, porque es un indígena y por nosotros está arriba. Pensamos que iba a ser más sensible con los pueblos indígenas, pero nos hemos equivocado, porque ahora estamos marchando nuevamente. Creíamos que ya no iban a existir más marchas pidiendo nuestras demandas, pero no es así: seguimos marchando, seguimos peor que antes, porque los anteriores gobiernos al menos respetaban los parques. En nuestra Constitución está establecido que las reservas no se deben tocar, pero este presidente de cada dos por tres nos quiere deshacer las TCO y las reservas, que nosotros cuidamos bastante. Una vez que no se cuide el parque ¿qué será de las otras TCO? Nosotros cuidamos bastante que las TCO no sean violentadas o colonizadas por la misma gente que ahora el Presidente quiere meter en todas las TCO y todas las reservas”, dijo la chiquitana. En algunos contextos, las y los cambas pronuncian la palabra “bastante” con un énfasis que la hace significar “muchísimo”.

Isabel García Ipamo dejó su trabajo hace un mes. “La lucha es aquí, en la marcha. Hay que estar aquí para ver el sufrimiento de todos los niños, de las mujeres, de las mujeres embarazadas. He estado también en la emboscada que nos ha hecho la Policía. En realidad ha sido bien grave, he visto todo eso y también he recibido la paliza que ellos han dado a toda la gente, sin respetar a los niños, sin respetar a las mujeres y sin respetar a las personas mayores. Me han dado con un palo y me han enmanillado por defender a tres niñas que no sabían qué hacer ni adónde huir por los gases lacrimógenos. Ellas tenían miedo de los policías, porque veían que estaban tirando balas de goma. Entonces yo no disparé al monte, agarré a una chica, mi hermano agarró a otra chica porque las estaban apaleando, y ahí nos enmanillaron con cinta scotch. Cuando vino la prensa, nos sacaron rapidingo la cinta scotch para que no nos enfoquen. De ahí nos subieron a un bus a los empujones, nos han tratado bien mal, como si los policías no tuvieran hijos y no tuvieran hermanos o no tuvieran padres. Nos trataban como a animales. Cuando estábamos llegando a San Borja estaba bloqueado el camino, de ahí nos dimos la vuelta. Casi se volcó una flota, porque los policías no sabían qué hacer, ellos estaban bien preocupados. La gente de San Borja quería salvarnos, estaban preocupados por nosotros”, relató García.

“Nos llevaron de vuelta a Yucumo, donde ellos cargaron combustible. Nosotros no sabíamos dónde estábamos yendo, la Policía no nos decía. Vimos que era un camino extraño, ellos nos decían que estaban llevándonos a Trinidad, pero en realidad no fue así. Ellos nos decían que nos callemos y que no sigamos hablando, nosotros empezábamos a gritar y nos decían ‘si ustedes siguen van a ver qué vamos a hacer, así que cállense’. Así toda la noche. Para mí eso ha sido un secuestro. Cuando llegamos a Rurrenabaque, supimos dónde estábamos porque algunas personas conocían la pista de aterrizaje. Llegamos a las 4.30 y no querían que bajemos. Había personas, niños que querían ir al baño y se hacían en las flotas y no nos dejaban bajar. A las 6 de la mañana nos bajaron y nos hicieron hacer fila para tomar desayuno, que estaban repartiendo unos paquitos. Era un vaso grande de té y pan con revuelto de huevo, pero nadie quería comer porque todos estaban susceptibles. A las 7 de la mañana, los policías nos dijeron que nos iban a llevar en avión, pero nosotros decidimos no subir al avión, porque tantas historias hemos escuchado de los anteriores gobiernos, que largaban a la gente desde arriba. Estábamos susceptibles a todo eso. Nos decían que las mujeres con los niños aparte y los hombres aparte, pero las mujeres dijimos que íbamos a ir juntamente con los hombres, dijimos que nos íbamos a ir en flotas, porque no nos sentíamos seguros. Pero nos decían que ‘nosotros como policías tenemos una orden’. Entonces dijeron que iban subirnos a la fuerza, dos aviones había en la pista”, continuó García.

“Mientras, los compañeros de Rurrenabaque se habían preparado, se habían alistado. La máxima autoridad de la Policía nos preguntaba qué queríamos hacer. Nosotros les decíamos que nos dejen ahí, que nosotros íbamos a irnos a nuestras casas. Pero nos respondía que ‘nosotros tenemos órdenes’. En realidad, ellos nos estaban distrayendo, porque creían que en cinco minutos iban a desplazar a toda la gente. En la punta de la pista estaban gasificando a los comunarios de Rurrenabaque, mientras aquí nos estaban distrayendo. Entonces cantamos el Himno nacional: todos nos paramos, cantamos el Himno y ya la gente de Rurrenabaque ha visto que era grave la situación, porque cantábamos el Himno nacional. De ahí llegó una enfermera de la Cruz Roja, a la que golpearon los policías. Ella entró llorando y gritando que este Gobierno es el más golpeador, el más inhumano. De ahí sentimos otra vez que teníamos apoyo, nos sentimos bien porque esta señora llegó y sentimos otra vez fuerza. Entonces decidimos sentarnos en el suelo, porque ellos nos querían llevar a toda costa a los aviones. Dijimos que no nos íbamos a levantar, que nos íbamos a agarrar toditos para que no nos levanten. Y los policías decían que nos iban a alzar a la fuerza. Entonces llegó un asambleísta y dijo a los policías que si nos subían al avión, él se iba a echar contra las hélices. Cuando escuchamos eso vino un comunario de Rurrenabaque con el comandante de la Policía. El policía dijo que ‘los compañeros marchistas quieren irse en avión’. El señor de Rurrenabaque nos preguntó si de verdad queríamos irnos en avión ‘¡No!’, dijimos toditos. Entonces el señor le gritó al comandante ‘por qué me mienten’. Entonces se volvió otra vez a la punta de la pista y se vino con gente, mientras la gente seguía juntándose. Se escucharon las motos y la gente empezó a largar cohetes. Se hicieron dos grupos, uno del lado de atrás de la pista y otro del lado de enfrente de la pista. Entonces corrieron a los policías y nos sacaron de ahí. La Policía no nos ha soltado. Fue el pueblo de Rurrenabaque que nos ha recuperado. De ahí nos fuimos hasta la plaza. Y decidimos reactivar la marcha. Eso nos dio más fortaleza. Nosotros le agradecemos bastante al pueblo Rurrenabaque, ha sido el pueblo que nos ha recibido con los brazos abiertos. Eso nos ha dado fuerza para estar aquí, de nuevo en la marcha, ya cerca de La Paz”, dijo la chiquitana.

Cientos de marchistas perdieron todo en la represión policial. Se quedaron con la ropa puesta, pero sin cédula de identidad ni celular ni zapatos ni nada. Según el relato de García Ipamo, muchas pertenencias de los indígenas fueron incineradas por uniformados que obedecían órdenes.

“Dijimos que lo material se consigue, lo que no se consigue es la vida. Llegamos sin nada a Rurrenabaque, donde la gente ha sido bien solidaria. Ahí sentimos que estábamos en nuestras casas. El pueblo se ha levantado porque ha visto el trato que nos han dado. Dijimos que había sido igualingo a Porvenir, porque si no estaba la prensa ahí hubiese habido muerte. Pero como la prensa en el ratingo llegó y se pusieron a enfocar, ellos (los policías) se hacían los que no estaban golpeando, sin embargo había harta gente golpeada, mujeres golpeadas. Las imágenes de la televisión no mostraron todo lo que pasó. Los policías enmanillaron a los niños ¡imagínese que estén enmanillando a los niños! ¿Y por qué no enmanillan a los maleantes? A una niña inocente ¿cómo le van a hacer eso? Eso paso y por eso estamos aquí y vamos a seguir caminado hasta llegar a La Paz, hasta cumplir nuestro objetivo. Vamos a mostrar cómo está actuando el Gobierno, que ha puesto a un ministro de culpable, cuando la represión a la marcha ha sido una decisión del Gobierno. Todo se va a llegar a saber, la justicia tiene que ir con calma y ahí se va a saber quiénes son los culpables”, aseguró García.

A ella no le importa haber perdido su trabajo. “Estamos demandando mucho más que eso. Uno puede recuperar el trabajo, pero lo que no se puede recuperar es el TIPNIS si lo rompen, no podemos recuperar las reservas naturales si las depredan. Por eso tenemos que pelear hasta lo último”, dijo Isabel, que cumplirá 28 años el 14 de octubre próximo, posiblemente cuando la marcha ya esté en la ciudad. Como regalo de cumpleaños solamente pide que el Presidente atienda a la plataforma de demandas de la movilización indígena.

En este tramo de la marcha, cuando empieza a sentirse más el frío, las y los marchistas necesitan chamarras gruesas, termos para conservar el agua caliente, abarcas y zapatos tenis, para cuidar los pies del suelo pedregoso. Mañana jueves deberían caminar hasta Carrasco, una comunidad que está 30 kilómetros más adelante. Por la distancia y por lo dificultoso del camino (estrecho y embarrancado), será uno de los días más cansadores para las y los marchistas, que salieron de la ciudad de Trinidad el 15 de agosto pasado.


(Comisión de Comunicación de la Octava Marcha Indígena)

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