sobre Desarrollo Sustentable –Río+20- se realiza bajo una atmósfera de escepticismo. Las noticias que envuelven el acontecimiento son de que las potencias no muestran interés en superar los fracasos de las conferencias y convenciones pasadas. Por otro lado, la inmensa mayoría de países de economía atrasada poco pueden hacer porque están bajo el control de las multinacionales y el capital financiero. El balance de los veinte años que separan Río-92 de la presente Conferencia es de fracaso. Las metas no fueron cumplidas en casi su totalidad. Y las pocas que lo fueron no alteran la marcha del capitalismo saqueador y depredador.
Justo en este momento, Brasil que por segunda vez es sede de la Conferencia, esta llevando adelante la revisión del Código Forestal, bajo el comando de latifundistas y del agro negocio. Río-92 inauguró las discusiones sobre los desequilibrios climáticos y ambientales teniendo a la vista que Brasil es uno de los pocos países que todavía conserva densas florestas, caudalosos reservorios acuíferos y fauna diversificada.
El tan propagandizado modelo de conservación no pasa de un elaborado disfraz de la marcha saqueadora del capitalismo mundial, dirigido por un puñado de naciones, que controla el capital financiero, que extiende en todos los rincones sus multinacionales, que se apropia de una gran parte de las materias primas y controla los mayores mercados.
No hay nada que Brasil pueda hacer –lo mismo vale para todas las semicolonias- que no esté condicionado por las leyes de funcionamiento del capitalismo y por los dictámenes del capital internacional.
No hay cómo planificar la economía y anular las contradicciones, en cuyas manifestaciones observamos la
anarquía social de la producción capitalista. La necesidad de expansión continua de la producción y de los mercados empuja ciegamente a los capitalistas a potenciar sus negocios e incrementar sus ganancias.
El sistema capitalista de explotación no se ajusta a las necesidades de la sociedad. La producción mercantil
somete al hombre a la ley de acumulación de capital que impone el dominio del producto sobre el productor. Los capitalistas invierten sus capitales donde puedan lucrar, sin importar la importancia social de lo que es producido, desconociendo las consecuencias del saqueo de la naturaleza, incentivando el desperdicio y promoviendo la devastación.
En las discusiones entre las tendencias burguesas y pequeño-burguesas sobre hasta donde es posible tomar
medidas de protección al medio ambiente y al equilibrio climático, no se reconoce el carácter anárquico de la producción mercantil y la imposibilidad de contener el saqueo de la naturaleza con medios y métodos capitalistas. El saqueo es una consecuencia del modo de producción, apropiación y distribución capitalistas, que no tiene como ser planificada y racional.
La explotación gigantesca de los recursos naturales promovida por las multinacionales y por el capital financiero mundial viene desencadenando una serie de fenómenos inidentificables en los cambios del clima y en los ecosistemas. La deforestación contribuye decisivamente para el “efecto invernadero” y la rápida extinción de especies, limitando la biodiversidad necesaria para el equilibrio de la Tierra. El cambio de temperatura de los océanos constituye un peligro irreversible de consecuencias imprevisibles. Pero los problemas no paran por ahí. Los centros urbanos crecen desordenadamente. Con la concentración industrial y humana –la mayoría pobres ymiserables-, estallan todo tipo de deformaciones sociales y ambientales.
Masas 2268
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