La Octava Marcha Indígena llegó a la comunidad de Pongo, a 37 kilómetros de la plaza Murillo, donde esperan encontrarse con el presidente Evo Morales para aclarar varios temas, como aseguraron las y los marchistas. Hoy recorrieron uno de los tramos más difíciles de los últimos dos meses, con mucho viento frío y una lluvia que acompañó cada paso de los 2600 hombres y mujeres. Apenas se mostró el sol cuando entraron al campamento, luego del mediodía. Estarán en la ciudad de La Paz posiblemente este miércoles, cuando exigirán al Gobierno nacional respeto a los territorios y a los derechos de los 36 pueblos indígenas de Bolivia.
“Buenos días a la población boliviana, a la población paceña, agradecerles por este gran apoyo, esta gran solidaridad. Decirles que la marcha salió a las ocho de la mañana desde Chuspipata, con destino a la localidad de Pongo, donde vamos a armar nuestro campamento. Estamos caminando a pesar de las inclemencias del tiempo, eso no nos ha parado. Ayer nos ha parado el auto de buen gobierno y hoy hemos empezado a caminar. Queremos decirle al pueblo paceño que nos acercamos a la sede de Gobierno, donde creemos que el Gobierno nos está esperando”, dijo Fernando Vargas Mosúa, presidente de la Subcentral de comunidades del Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS), por donde Morales pretende hacer pasar una carretera sin haber consultado previamente a los propietarios de su millón de hectáreas: los pueblos Chimán, Mojeño y Yuracaré. Este reclamo es el primero de los 16 que ya conoce el Órgano Ejecutivo.
“La población que nos apoya no lo hace porque tiene pena de que estamos marchando, sino porque sabe que la marcha es en defensa del medio ambiente, en defensa de la naturaleza, en defensa de los territorios indígenas, de las áreas protegidas, pero también en defensa de la vida de los pueblos indígenas, y tomando en cuenta que los pueblos indígenas somos parte de este Estado Plurinacional”, dijo Vargas.
La octava marcha avanzó 22 kilómetros bajo una lluvia que duró todo el trayecto. Casi siempre, la niebla sólida impedía ver el final de la marcha o su principio. Algunos marchistas se refieren a la larga columna como si fuera una boa entre los caminos de las montañas andinas.
Descansaron media hora en Unduavi, donde fueron recibidos con aplausos y palabras de aliento. Tenían preparado para las y los marchistas bolsitas cargadas con té de coca, que bebieron rápido porque estaba caliente y porque ayudaría a calmar los dolores de la altura, presentes en la mayoría de caminantes de tierras bajas.
“Estamos optimistas de que una vez llegados a La Paz, el propio Presidente nos tiene que recibir. Nos tiene que atender, porque no es un favor que le estamos pidiendo, sino que tiene la obligación de atender a todas las demandas de la marcha. Si vale el término, estaríamos salvándolo de su propio discurso que realiza en el plano internacional, pues a nivel nacional queremos que él cumpla su discurso, respetando a la Madre Tierra, respetando a la biodiversidad, al medio ambiente, a los derechos de los pueblos indígenas y del pueblo boliviano. Pero por sobre todas las cosas, el cumplimiento de la Constitución, las leyes y los convenios internacionales suscritos por Bolivia”, dijo Vargas, que iba al frente de la marcha junto a dos hermanos con las banderas del Patujú, emblema de esta movilización.
Muchas flotas con destino a los Yungas tocaban bocina, las y los ocupantes sacaban las manos para saludar, les tomaban fotos. “¡Hola! ¡Hola!”, respondían los marchistas aludidos. Las figuras de quienes marchaban y sus banderas se reflejaban en el asfalto mojado de la carretera.
Varias movilidades venidas de La Paz paraban donde empezaba la marcha para ofrecer todo tipo de donaciones. Los indígenas pedían respetuosamente que se les llevaran hasta Pongo, donde se detendrían, para no cargar tantos bultos mientras caminaban. Una familia les regaló bolsas y bolsas de pilfrut. Antes de que se los acabaran, los guardias de la marcha reiteraban: “Prohibido botar la basura a la carretera”.
“Si el Gobierno tiene voluntad, inmediatamente debe promulgar la ley (de protección de TIPNIS) que hemos elaborado, porque sólo de esa manera garantizamos atención a nuestra demanda”, dijo Vargas, quien recuperó su sombrero oriental de cuero, perdido entre los palazos que le dieron los policías el 25 de septiembre pasado en Yucumo, Beni. Por ahora, se impuso en las cámaras de Diputados y Senadores una ley que propone hacer en el TIPNIS una consulta llamada cínicamente “previa”, porque las obras de la carretera Villa Tunari-San Ignacio de Moxos empezaron hace meses.
“Queremos decirle al Presidente que no siga mintiendo al pueblo. El resultado de las elecciones (de ayer) tiene que darle un mensaje de reflexión. Queremos decirle que rechazamos su ley corta, queremos que se suspenda la construcción de la carretera”, agregó el mojeño.
Las banderas de los pueblos indígenas y de Bolivia iban pesadas por el agua que cargaban y goteaban. Cada tanto, los marchistas que las llevaban tenían que detenerse para escurrirlas. Llamados a la reflexión dirigidos a Morales fueron enviados por varios indígenas, ante el visible fracaso electoral de este domingo, cuando el voto nulo alcanzó el 50 por ciento, según datos extraoficiales. Porque el Gobierno aún no se atreve a decir los números de la primera elección judicial.
“La población en estas elecciones responde a lo que el 25 de septiembre ha sucedido, cuando casi languidecen los derechos constituidos. Tuvimos una respuesta represora, dictatorial, a nuestras demandas y al ejercicio de los derechos fundamentales. El pueblo boliviano está viendo y haciéndole notar al Gobierno que no estamos de acuerdo con vivir bajo un régimen totalitario, con una dictadura en plena democracia, con vulneración de leyes y derechos del pueblo boliviano”, dijo el presidente de las comunidades TIPNIS. Opiniones similares había entre los demás marchistas.
“El Presidente y todos los que están en el Gobierno se lo han buscado. El Gobierno debería ser más consciente y no solamente dedicarse a un sector, sino a todo el país, porque nuestro país está ahorita consciente. Él debería más bien apoyar, buscar aliados, estar entre la población, porque no lo han elegido solamente los cocaleros, sino todo el país, los que vivimos aquí”, dijo el guaraní Jorge Mendoza, vicepresidente de la Comisión Política de la marcha.
“Queremos que se cumpla con nuestra plataforma de demandas. Uno es que el Gobierno diga de una vez que la carretera del TIPNIS va a ser desviada por otro lugar. En el tema del parque nacional Aguaragüe, pedimos que se paralice la actividad que hace ilegalmente, porque nos han confirmado ya que Petroandina está destruyendo prácticamente al Aguaragüe. Parece que el Gobierno está a favor de esta empresa”, dijo el guaraní, quien espera hablar en La Paz con Morales.
Hoy la Policía Nacional informó que iba a custodiar a la octava marcha en su entrada a La Paz, tal vez como una manera de lavar su deteriorada imagen, luego de que apalearan a mujeres, niños, hombres y ancianos marchistas en Yucumo. Desde Pongo, las y los indígenas dijeron que prefieren una guardia ciudadana.
"Lo importante será que los ciudadanos paceños y de otros puntos el país hagan un cordón humano. Agradecer a la Policía, pero no estamos bien para mirarles el rostro, hay heridas profundas que tienen que cicatrizar" dijo el tacana Adolfo Chávez, presidente de la Confederación de Pueblos Indígenas de Bolivia (CIDOB).
“Dejemos que la marcha llegue a la sede de Gobierno para aclarar con el Presidente muchas cosas pendientes”, dijo Chávez. Entre otros puntos, debatirán sobre las acusaciones hechas por funcionarios de su gabinete en medios de comunicación, como forma de desprestigiar a la marcha. Finalmente quedó desprestigiado el Gobierno, porque no pudo comprobar ni una de la larga lista de imputaciones formuladas a los indígenas movilizados.
Los caminantes llegaron a Pongo a las 14, con hambre, cansados y algunos enfermos. Allí esperaban dos ambulancias y dos salas de salud móviles, donde fueron atendidos varios marchistas afectados por el trayecto y su clima. Empleados del gobierno municipal de La Paz armaron amplias carpas para albergar a las y los indígenas. La misma autoridad determinó que los acompañe un camión cisterna cargado de agua. Y la guardia municipal paceña (“los frutillas”) los escoltó en motos. Aunque agradecen estos gestos, en la octava marcha saben que el Movimiento Sin Miedo (MSM), gobernante en la ciudad, está peleado con el Movimiento Al Socialismo (MAS), de Morales. Por ello los indígenas prefieren mantenerse aparte de los cálculos de políticos tradicionales renegados u opositores al partido que actualmente ocupa el Palacio Quemado.
También hay en la marcha estudiantes de varias universidades que se acercaron con donaciones o con ganas de caminar con las y los indígenas.
Tata Agapito
Los 3600 metros sobre el nivel del mar de Pongo son muy normales para tata Agapito Loayza Fernández, del Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyu (CONAMAQ), a diferencia del padecer de los marchistas amazónicos. “En julio, CIDOB y CONAMAQ han acordado hacer la marcha para defender al TIPNIS. El 15 de agosto partimos de Trinidad y aquí estamos, pese a que el Gobierno nos ha masacrado el 25 de septiembre brutalmente. Ha sido una pena y una tristeza: pensaron los masistas que estaban desbaratando a la marcha de los pueblos indígenas. Al contrario, nos hemos recuperado. Hoy estamos con una fuerza más poderosa que nunca para llegar a La Paz. Y ahí veremos quién es quién. Es muy triste que el mundo sepa que patearon a niños y mujeres indefensos”, dijo Loayza, que es de Nor Chichas, en Potosí.
“Después de las elecciones de ayer, creo que ni el mortero va a poder atajarnos, porque hay fuerza. Es una decisión unánime de todas las hermanas, los jóvenes, los niños que están aquí, casi a horas de llegar a La Paz, con ansia de que el pueblo boliviano nos vea venir marchando, que vea que a pesar de que nos han masacrado y todo lo que hemos sufrido, estamos vivos y salvos”, agregó el quechua.
“Yo ya había marchado dos veces con CONAMAQ, desde Calamarca y desde Caracollo hasta la ciudad de La Paz. Ahora quería estar en la marcha de los pueblos indígenas del oriente. Y me hice en este tiempo de hartos conocimientos, que voy a transmitir a mis hijos, a mis parientes y a mi comunidad, mi ayllu”, dijo Loayza, de 60 años.
Mañana, la marcha piensa avanzar hasta la Cumbre, a 4700 metros sobre el nivel del mar. Allí harán rituales propios, para que les vaya bien en la ciudad y para agradecer. En este sitio armarán su campamento para entrar a La Paz el miércoles.
(Comisión de Comunicación de la Octava Marcha Indígena)
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