Ya son 1100 las y los marchistas que se encuentran a 20 kilómetros de Caranavi, próxima parada en su caminata hacia la ciudad de La Paz. Hoy, la Octava Marcha Indígena avanzó 30 kilómetros hasta la comunidad Carrasco, luego de siete horas sobre una senda de piedras afiladas y barrancos profundos, característicos del paisaje de los Yungas paceños. Esta mañana, el legislador mojeño Pedro Nuni advirtió que en la Asamblea Legislativa Plurinacional se trataría un proyecto de ley, el cual –según el orden del día- procurará la “suspensión temporal” de la construcción del “tramo dos” de la carretera Villa Tunari-San Ignacio de Moxos. “Es una mamada ¿no? Porque aquí no hay una ley que apruebe el tramo uno ni el tramo dos ni el tramo tres. Aquí hay una ley sobre el protocolo para suscribir préstamos, de modo de obtener financiamiento. El proyecto es uno y se llama ‘Carretera Villa Tunari-San Ignacio de Moxos’ y no hay más. Si dicen que se va a sacar una ley corta para suspender el tramo dos es una mamada. Eso creo que ni el propio pueblo boliviano lo cree, porque en realidad están (el Gobierno) queriendo hacer creer al TIPNIS que con esto se soluciona el problema. Aquí debe haber una ley que anule todo el proceso del proyecto carretero, que anule las leyes que han dado fe a este proyecto y así empezar de nuevo, volver a foja cero. Y que se inicie nuevamente el procedimiento, cumpliendo los principios nacionales, así como los tratados y convenios internacionales”, dijo Fernando Vargas Mosúa, presidente de la Subcentral de comunidades del Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS).
“Campaña de solidaridad en favor de los hermanos marchistas del TIPNIS ¡Tu aporte es muy muy importante! ¡No seas indiferente!”, según un cartel legible en la plaza Simón Bolívar, de Caranavi. Durante todo el día, varios vecinos se dedicaron a hacer perifoneo para persuadir a la población de lo conveniente que sería recibir a la octava marcha con harto cariño, para demostrar al mundo que este pueblo es solidario. “Vamos a recibir a los indígenas con los brazos abiertos. Cuando lleguen a La Paz, el Evo está jodido”, dijo un señor que recientemente se volvió reacio al gobierno del Movimiento Al Socialismo (MAS), hace tan poco que está entre los tres millones de electores que ofrendaron su voto a Morales en 2009 para tenerlo nuevamente de presidente.
La marcha avanzó hasta Carrasco entre ritmos de la tamborita y vivas a la Octava Marcha Indígena. Las y los marchistas iban con banderas de sus regionales, de Bolivia, algunas wiphalas, gorras, mochilas; más los arcos, flechas y silbatos de los guardias indígenas, preocupados de que ninguna movilidad arrollara a algún hermano en el camino estrecho. Hay muchas caras nuevas en la movilización.
“Del TIPNIS han llegado anteayer 15 personas; del TIM (Territorio Indígena Multiétnico) 20 personas, del Gran Consejo Chimán otra gran cantidad, lo mismo los hermanos de la CPILAP (Central de Pueblos Indígenas de La Paz). Se están plegando las bases a la marcha. Ese es un elemento fundamental para dar mayor fortaleza a toda la marcha, para inyectar de ánimos a cada uno de los marchistas que estamos ahora”, dijo Vargas, quien iba al frente de la movilización, con el pecho vendado porque tiene una costilla fisurada luego de la represión gubernamental del 25 de septiembre en Yucumo, Beni.
“Después de la tremenda pateadura que me dieron el domingo (25 de septiembre) tengo una costilla lastimada. Tengo que andar vendado para poder resistir el dolor, esperemos que mientras vamos caminando pueda recuperarme cada vez más”, confió el presidente de las comunidades del TIPNIS.
Una contramarcha sería preferible a un bloqueo a la octava marcha, como el realizado por la Confederación Sindical de Comunidades Interculturales de Bolivia (CSCIB) y la Policía Nacional días atrás en Yucumo. No obstante, preocupa un poco a los indígenas la caminata anunciada por la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB) para llegar desde Oruro hasta la sede de Gobierno el próximo 12 de octubre, en apoyo del presidente Evo Morales y en contra de la movilización de la Confederación de Pueblos Indígenas de Bolivia (CIDOB) y del Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyu (CONAMAQ), a la que acusan de estar “politizada”.
“Es una pena el accionar de este gobierno, que no sabe qué más hacer. Este Gobierno nos sacó la mierda el domingo (25 de septiembre) y sigue todavía impulsando a otros grupos sociales contra la Octava Marcha Indígena. Así, lo único que consigue es el deterioro político del mismo Gobierno, el que está promoviendo enfrentamientos. Que mañana pues no acuse a la marcha, que no acuse a la derecha ni a nadie, porque quien está preparando todo este escenario es el Gobierno, para después hacerse la víctima”, consideró Vargas Mosúa.
La marcha indígena fue reprimida hace 12 días por el gobierno de Morales. Pero todavía nadie dentro del gobierno de Morales se responsabilizó de dar la orden de apalear, gasificar y detener a los marchistas, niños, mujeres ancianos y hombres, entre ellos. “Ya estamos iniciando acciones legales para que se esclarezca por qué nos agredieron cruelmente en Yucumo. Sabemos que este es un proceso judicial desigual. Tenemos que entender que el Órgano Judicial está direccionado y manejado por el Órgano Ejecutivo”, dijo el líder del pueblo Mojeño.
“¡Alto! ¡Queremos descansar!” Cada decena de kilómetros, gran parte de los marchistas exigía al resto detenerse algunos minutos para airear las ampollas y los callos de la jornada. Se sentaban al borde del barranco, donde los cubría el polvo de los camiones, flotas y camionetas que pasaban, con tanto polvo que ya no podían reconocer a quién tenían al lado. Lo positivo es que casi todos los transportistas sacaban los brazos para saludarlos o hacían estrepitar sus bocinas.
Cuando estaban a un kilómetro de Carrasco, los pies lastimados ya se movían por inercia, las y los indígenas ya no podían distinguir entre la sed y el hambre. Como si fuera un espejismo, una cholita se apareció en el camino arrastrando una carretilla con dos conservadoras.
Miró a la fila llegar y preguntó por lo bajo: “¿Estos son los marchistas?”.
Cuando le dijeron que sí, repuso: “¡Son tan valientes!”.
Desde la marcha sedienta la preguntaron qué vendía.
-Refresquito.
Al comprobar que la señora era real, un enjambre de marchistas la rodeo dispuesto a secar sus contenedores de un sorbo. Al principio, la señora cobraba la bolsita de refresco (nadie preguntó por el sabor) a un boliviano. Cuando se percató del éxito de su empresa, subió el precio a un boliviano con cincuenta centavos.
“Nos han informado que vienen delegaciones de La Paz con alimentos. Esperemos que se puedan solucionar los vacíos que hay en este rubro. Aunque el alimento a veces es escaso, todavía comemos por lo menos una vez al día y creo que no nos morimos de hambre”, dijo Vargas, uno de los voceros de la marcha.
“Queremos decir que jamás nos hemos opuesto a la construcción de una carretera que vincule a Beni y Cochabamba. Queremos la carretera, pero no queremos que pase por el TIPNIS. Por eso estamos marchando, porque el Gobierno se empecinó en realizar esta carretera, partiendo en dos al TIPNIS”, dijo Vargas. El pedido de que se respete a esta área protegida es el primero de la lista de demandas de la octava marcha. Las y los marchistas esperan resolver todos los puntos junto con el Presidente en el Palacio Quemado.
En Carrasco, las y los indígenas armaron sus tiendas donde hubiera espacio, entre la decena de casas de la comunidad. La casera de una de las dos ventas de la población llamaba a cada marchista que pasaba frente a su negocio/casa para regalarle un chupete relleno de chicle junto con su mejor sonrisa. Niñas y niños eran los más beneficiados. Otra vecina se puso a preparar grandes baldes de refresco, en vista de las caras secas polvorientas de los recién llegados. Mañana al amanecer deberían seguir su caminata hasta Caranavi, donde entrarían al mediodía. Desde allí hasta la ciudad de La Paz solo les faltarán 160 kilómetros.
(Comisión de Comunicación de la Octava Marcha Indígena)
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