La comisión de la Novena Marcha Indígena se reunió ayer en un restaurante de Tiquipaya a la espera de que los recibiera Santiago Cantón, secretario ejecutivo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), quien estaba a pocas cuadras de allí. Al atardecer, cansados de estar sentados, se dirigieron a pie al Hotel Regina, para dejar los papeles en la puerta mientras adentro continúa la Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos (OEA).
Diez indígenas salieron a la avenida Cochabamba, flanqueada por cientos de policías. Apenas los vieron, los uniformados empezaron a hablar por teléfono y seguirlos a pocos metros, como si algo impredecible fuera a suceder si les quitaban la vista de encima. La comisión de la Novena Marcha se mantenía ajena a tanto escrutinio y se concentró en los colores de las luces del semáforo, en el tránsito de vehículos locales y de la OEA, a punto de caer otra noche.
A tres cuadras del Hotel Regina, sobre un puente tácticamente elegido, la Policía los emboscó con tres vehículos y 25 uniformados los rodearon prestos para reprimirlos, como si los indígenas que iban a pie y con algunos papeles fueran qué.
Otra vez, la Policía Nacional demostró que es la expresión más sincera del Estado, en este caso de uno supuestamente Plurinacional.
Un policía que se identificó como “policía”, como si no tuviera grado, se arrojó hacia los indígenas para gritarles que corten la caminata. La etiqueta en su pecho verde decía “J. Siles M.”
Los indígenas intentaron explicarle adónde iban, por qué y que los esperaban allí adelante para recibirlos.
-¡Dígame autoridad de dónde es usted!- mandó el policía Siles a Adolfo Chávez, presidente de la Confederación de Pueblos Indígenas de Bolivia (CIDOB).
-De los pueblos, pues- dijo Chávez.
-¿¡De que pueblos!? ¡Enséñeme el documento!- dijo Siles, como si hablara al chico nuevo de la ANAPOL.
-¡De los pueblos, pues!- replicó Chávez y le extendió su carnet de presidente de la CIDOB.
-¡Esa es la credencial de la CIDOB! ¡Usted me ha dicho que es autoridad!- le recriminó el policía
-¡De los pueblos, pues!- reiteró Chávez.
-La autoridad es del Estado, no de las organizaciones. Nosotros solamente reconocemos a autoridades del Estado- dijo el policía Siles, como si “Estado” fuera sinónimo de “Movimiento Al Socialismo”.
-Pero la Constitución reconoce a las autoridades originarias- dijo alguien de la comisión de la Novena Marcha.
-Yo soy subordinado- dijo Siles, posiblemente excusándose.
-De la OEA me han llamado. Nos van a recibir en el portón y nos volvemos- explicó el presidente de la CIDOB.
-Vamos a canalizar esa reunión, pero usted aquí se va aquedar. Vamos a pedir nosotros autorización para que usted pueda pasar más de acá- dijo el policía Siles en el puente, donde había un límite imaginario o solamente visible para él.
-De la OEA me están llamando para que vaya allá- dijo Chávez mostrando su celular.
-A ver, vamos a ver, nos vamos a comunicar- dijo el vocero de los uniformados, quien realmente nada hizo y se quedó ahí parado junto al límite que no se podía ver, pero quizás se podía oler.
“Embajador: estamos aquí con la policía y realmente de nuevo lo mismo de ayer…”, dijo Chávez por teléfono. El día anterior, por la mañana tenían que reunirse con el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza. Pero la comisión de la Novena Marcha había sido retenida en la entrada a Tiquipaya porque como toda identificación los indígenas llevaban la bandera del Patujú. Tuvo que intervenir el embajador de Bolivia ante la OEA, Diego Pari, para que les dejaran llegar al Hotel Regina.
“Queríamos entregarle a usted la documentación para regresarnos a la marcha… aquí nos tienen, sobre el primer anillo… le paso aquí con el policía”, dijo Chávez al teléfono. El embajador de la OEA ante Bolivia, Eduardo Reina, quería pedirle al uniformado Siles que les dejaran pasar.
Pero este policía se negó a poner su oído en el auricular: “Mi comandante me tiene que hablar”, dijo Siles.
Chávez cortó la comunicación y la Policía mantuvo su cerco, a la espera de más órdenes.
“El embajador ha querido hablar, le he querido pasar al policía, pero no quiere hablar con el embajador de la OEA, es una falta de respeto”, consideró el presidente de la CIDOB. Le querían dejar a la CIDH documentos sobre la represión policial a la Octava Marcha Indígena, en septiembre de 2011, por la cual la justicia aún no distingue a sospechosos ni acusados. La comisión de la Novena Marcha quería entregar también un folder con las resoluciones emergidas del 30º Encuentro de Corregidores del Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS) realizado en marzo de este año en la comunidad de Gundonovia.
“Están viendo cómo nos cortan el paso. En plena democracia se dan estas cosas, así es como estamos con nuestro Gobierno”, dijo el presidente de la Subcentral TIPNIS, Fernando Vargas Mosúa, a algunos periodistas ahí presentes.
“¿Cómo dice este Gobierno que es indígena como nosotros y no nos deja que transitemos los propios?”, se quejó una señora de la comisión marchista.
“Ahorita veníamos caminando para entregar la documentación que se ha consensuado. La entregamos y nos volemos pa’ tras, porque no tenemos nada que hacer allá, además no estamos habilitados. Vamos a entregar la documentación y volvernos nomás”, comentó Vargas a la prensa.
Los minutos pasaban y nada acontecía. Entonces, la porción de la Novena Marcha decidió espontáneamente avanzar, porque evaluaron que constitucionalmente nada lo impedía.
Pero no dieron ni diez pasos que los policías los contuvieron. “Si no están acreditados no pueden pasar, por favor”, dijo el uniformado de mayor rango en el bloqueo verdeolivo.
-Vamos a entregar estos documentos y nos volvemos- explicaron los marchistas.
-Es zona restringida, por favor- dijo apaciblemente el jefe policial.
En eso, llegó la vagoneta de la OEA que traía al embajador Reina.
-¿Cómo están?- saludó el embajador a los indígenas.
-Mire cómo nos bloquean, es lamentable que esto suceda en plena democracia.
-Sí, es lamentable- dijo el embajador por lo bajo.
-Entregamos eso y nos venimos pa’ tras- repitieron los indígenas.
-Tenemos ahí un vehículo. Disculpen la molestia, pero pueden ser tres personas solamente. El tema es que tengo muy poco espacio- dijo Reina.
En la comisión eligieron a los tres y pidieron calma a los demás, que se quedaron junto a los policías y sus vehículos. “Nos esperan hermanos, no se achicopalen”, pidió el presidente de la CIDOB.
Comisión de Comunicación de la Novena Marcha Indígena
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