lunes, 21 de mayo de 2012

De la violencia contra la mujer


La enfermera Leonor Boyán fue raptada y golpeada en las celdas policiales
De la violencia contra la mujer
Raúl Prada Alcoreza *

Hay ciertamente paradojas y contradicciones, hasta aporías; eso lo sabemos por experiencias; pero, qué se puede decir de un gobierno progresista donde se desatan violencias y atropellos como los de la venganza y tortura contra el cuerpo de la enfermera Leonor Boyán, acusada de lanzar una piedra contra la cabeza del viceministro de régimen interior Jorge Pérez.

También nos acordaremos, entre muchos contrastes repudiables, de la violencia represiva descomunal desatada en Chaparina contra la VIII marcha indígena; nada menos desencadenada por un gobierno que se reclama de ser gobierno indígena. La actuación de los policías y de los del servicio de inteligencia se parece a la de pandilleros que vengan la agresión a uno de sus compañeros. ¿Acaso no hay leyes? ¿Si fuese el caso, no comprobado, que la enfermera haya arrojado la piedra, acaso no se hace la acusación formal, se acude a las leyes y al proceso judicial? ¿Por qué recurrir a la violencia de los machos resentidos que actúan con impunidad de una manera tan bochornosa, como dejar en el hospital a la enfermera, seguramente bajo amenazas si es que habla y denuncia. ¿Ante qué clase de policías, oficiales, servicios de inteligencia se encarga la seguridad del Estado? Grave jarabe.
Estos hechos, contrastes alucinantes, contradicciones espasmódicas, nos muestran que hemos llegado demasiado lejos. Hay gente del gobierno, los funcionarios, los oficiales de policía, los militantes del partido del gobierno, que creen que por que uno se nombra gobierno de los movimientos sociales, por que se enaltece la figura del caudillo, en una evidente muestra de culto a la personalidad, por que se dice que se defiende el proceso de cambio, basta, es suficiente. Esta legitimación imaginaria queda en la cabeza paranoica de los gobernantes, funcionarios, policías, militantes, esta imaginada legitimación contrasta grotescamente con las prácticas políticas, sobre todo las prácticas del orden y de la seguridad, prácticas que se aproximan a las violencias descarnadas y descomunales de las jaurías de machos que buscan venganza. Sin embargo, los hechos no cuentan para esta gente y, lamentablemente, tampoco cuentan para el órgano judicial, totalmente cooptado por el gobierno. El órgano judicial no mira ni observa estos atropellos y otras violaciones a los derechos fundamentales, solo observa las transgresiones de una oposición imaginaria, atinando a decir que estamos ante una conspiración evidenciada por las acusaciones que se le hacen a la flamante magistratura que perdió las elecciones ante el voto nulo.
La violencia desatada contra Leonor Boyán, con rapto incluido, pues no puede ser otra cosa, el llevársela a las celdas secretas donde se le propinó la golpiza y se le interrogó sobre la persona y el nombre que arrojó la piedra. Lo que agrava más el hecho y el atropello; pues se entiende que se raptó a la enfermera recurriendo a la violencia descomunal del Estado para interrogarla y sacarle nombres. Esto suena a guión de Hopkins Hitchcock y a cuento de Franz Kafka; ya no vamos a hablar de las dictaduras militares, pues esta recurrencia se ha vuelto trillada, sobre todo porque incluso supera en este caso a la brutalidad de las propias dictaduras, aunque se parece mucho en el descaro con el que se lo hace. No nos olvidemos de la forma cómo se asesino a Marcel Quiroga Santa Cruz, después de acribillarlo y llevárselo herido los cuartos lúgubres del Estado Mayor, se lo torturó agonizante hasta matarlo. Ahora el gobierno que se dice socialista es cómplice de un silencio tenebroso, pues no ha hecho nada, absolutamente nada para develar los hechos crueles de este asesinato, ni descubrir a los autores, ni desclasificar los archivos secretos militares. Para el gobierno lo importante es garantizar la lealtad de los militares, aunque haya oficiales que fueron asesinos en el pasado.
Uno se pregunta: ¿Qué tienen en la cabeza estos policías, estos servicios de inteligencia? ¿Servir mejor al ministro? ¿Vengar al viceministro por el vejamen que se le ha cometido? Lo que se puede sacar de conclusión es que estamos en manos de gente sin escrúpulos, cuya formación como policías e inteligencias deja mucho que desear. Pero, lo que también debemos preguntarnos es: ¿Qué piensa el ministro del interior? ¿Qué piensa la justicia? ¿Qué piensa el gobierno? ¿Van a justificar como lo hicieron en el caso de la represión a las y los marchistas indígenas en Chaparina? ¿Van a volver a ocultar las responsabilidades de los mandos superiores? Esto no va ser otra cosa que una nueva muestra de cobardía, pretendiendo que la gente es tan inocente que cree los cuentos pueriles de que yo no fui, fue el otro. Llegando incluso a la falta de hidalguía total pues se opta por descargar la responsabilidad en los subordinados, acudiendo a chivos expiatorios, como si esto resolviera el problema.
Lo que ha pasado con Leonor Boyán es muy grave. La ciudadanía y el pueblo boliviano no pueden quedar callados, menos las mujeres. Si lo que ha ocurrido pasa como si nada, como si fuese parte de una rutina cruel acostumbrada, los ciudadanos, el pueblo, las mujeres, habríamos perdido el sentido de la dignidad humana, la comprensión de la responsabilidad nuestra en la defensa de los derechos fundamentales, en la defensa de los derechos de la mujer. Llama la atención que estas reflexiones tengamos que hacerlas teniendo como referente a un gobierno que dice responder a la Constitución, que dice que saca leyes a favor de la mujer, ante el referente de una Asamblea Legislativa que está discutiendo una ley contra el acoso a la mujer.
Esto es parte de los contrastes y contradicciones, de las que hablamos al principio. Si las mujeres dejan pasar esto, sobre todo hablando de las mujeres legisladoras, esto querrá decir que respondemos también a estas paradojas. Se dicen que son mujeres feministas o que defienden los derechos de la mujer, empero en la práctica y efectivamente seguimos respondiendo a los estereotipos machistas, a la fraternidad de los hombres, que en este caso se trata de la fraternidad de vengadores. No es ninguna casualidad que se haya golpeado y torturado con saña contra el cuerpo de la mujer. Estamos hablando de mentalidades mórbidas, construidas en contra de la mujer, mentalidades para las que la mujer es solamente objeto de placer o de venganza. Esas son las condiciones subjetivas sobre las que se construye el cambio. La evaluación del estado de situación resulta perversa.

Mario

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